Era gallego, peregrinaba a Compostela y partía de la localidad portuguesa de Barcelos. Allí le acusan de haber robado a un noble y le condenan a morir ahorcado. Como ultimo deseo pide comparecer ante el juez que lo condenó. Lo recibe estando a la mesa, comiendo un gallo. De nuevo le niegan la inocencia y el peregrino afirma que antes del amanecer aquel gallo se levantaría cantando.
En el momento que es ahorcado el peregrino, se levanta el gallo cantando y proclamando la inocencia del reo. Corre el juez a detener la ejecución. Llega tarde, pero un fallo en el nudo de la soga salva al peregrino de la muerte. Continúo el peregrino su viaje y volvió años más tarde. En Barcelos se construyó el Cruceiro do Galo, símbolo de toda la región norte de Portugal.
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