miércoles, 6 de noviembre de 2019

La corbeta María Pita



En el año 1803 la Corona española idea una expedición a tierras americanas que el mismo Alexander von Humboldt calificó como el viaje “más memorable de los anales de la historia”. Se trataba de llevar la recién descubierta vacuna contra la viruela a toda la población americana. Al frente del equipo de facultativos estaba el médico de Cámara del Rey, Francisco Javier Balmis Berenguer. El puerto de partida era A Coruña.

La idea para llevar la vacuna era sencilla, e ingeniosa. El grupo de facultativos lo compondría entre doce y quince personas. Con ellos irían entre veinte y veinticinco niños, de ocho a diez años, que durante el viaje se irían inoculando sucesivamente el “pus vacuno”. Se garantizaba así que llegara fresco. Una vez en tierras americanas se haría la operación de brazo a brazo entre la población de las colonias.

La expedición necesitaba cobertura logística en el puerto coruñés. La búsqueda del barco adecuado, el nombramiento de capitán, el contrato de la tripulación y el avituallamiento del buque se resuelven aquí. De todo se encargaba el Comandante Militar de Marina y Juez de Arribadas de Indias, Ignacio María Alcíbar.

Se trataba de conseguir un buque mercante “bien acondicionado, de buen andar, con gente experta y de unas doscientas cincuenta toneladas”. El Comandante militar pide ofertas a los comerciantes coruñeses. Recibe dos, una de José Becerra, armador de la fragata Sliph, y otra de Manuel Tabanera, armador de la corbeta María Pita.

Las condiciones económicas propuestas son inaceptables para la administración. El coste del fletamento era superior al valor de los buques. Se vuelve a pedir nuevas ofertas y vuelve Manuel Tabanera a presentar la suya, ahora mejorada. Tras consultar con expertos en navegación y al propio Balmis, Ignacio Alcíbar se decanta por la corbeta María Pita.

Corbeta María Pita
El contrato se firma el día ocho de octubre. En él se establece que el barco debe estar dispuesto para hacerse a la vela el día 1 de noviembre. El destino final de la expedición es el puerto de La Habana haciendo dos escalas, una en las islas Canarias y otra en Puerto Rico. El coste del flete se eleva a mil cuatrocientos pesos fuertes al mes y la duración será de cuatro meses. Cualquier incremento de tiempo en cada escala, nuevas escalas o cualquier otra incidencia será costeada por la administración.

En el acuerdo firmado también se habla de la manutención del pasaje. Se establecen tres categorías. En la primera, hasta cinco personas, el costo será de cien pesos fuertes al mes; en la segunda, hasta siete personas, de noventa y la tercera, entre veinte y veinticuatro niños, cincuenta pesos mensuales. El armador se compromete a faciltar “almuerzos, refrescos y cenas”. En la primera categoría una olla, dos o tres primeros platos y tres postres con vino y pan fresco. La segunda categoría tendrá un primero y un postre menos. A la tercera categoría se le facilitará un buen cocido, “y alguna cosa más a ciertos niños enfermos”.

Pese a las condiciones firmadas, en la que Blamis actúa de testigo, la expedición retrasa su salida. Aún es el veinte de noviembre cuando el armador otorga todo su poder al capitán del María Pita, Pedro del Barco. Él será quien dirija el viaje por mar y, ante cualquier incidencia, negociación o decisión actuará como si se tratara del armador.

La tripulación se contrata el veintinueve de noviembre. Las condiciones de contrato del capitán, Pedro del Barco, del segundo piloto, Pedro Martín de Llana, y del contramaestre, José Pozo, se hace en documento aparte. Ahora se contrata al resto de la tripulación. Son el guardián José Alburo, el carpintero Vicente Aldao, el cocinero y segundo cocinero Gregorio García y Francisco del Barco, y el mayordomo José Mosquera. Sus salarios rondan los veinticinco pesos fuertes al mes.

Como marineros se contratan siete personas con un salario de diez pesos. Son Andrés Pozo, Antonio Ortega, José Lorenzo, José Chousiño, Rosendo Anido, Álvaro Pozo y Francisco Lerena. Con el mismo salario se contratan hasta nueve matriculados: José Fontán, Manuel Castiñeira, José Noguerol, José Cortés, Andrés Doriga, Francisco Villaverde, Francisco Barón, Antonio Vellón y Andrés Andrade. Ya por último, el contrato se extiende a tres pajes, con salario de seis ducados: José Morás, Fernando Fariña e Ildefonso Pozo.

El armador, aparte de las condiciones económicas, se compromete a facilitar asistencia sanitaria, con ingreso hospitalario incluido, si fuese necesario. Mientras estuviese hospitalizado cualquiera percibirá su salario, siempre que la enfermedad “no sea por gustos y pasatiempos voluntarios, o de mujeres”. Los compromisos no económicos iban más allá. Toda la tripulación se compromete a obedecer al capitán y este a actuar como árbitro ante calquier indisciplina.

Si algún miembro de la marinería falleciese, el capitán traerá a la vuelta el documento que acredite la causa de su muerte. Por su parte, el armador se compromete a facilitar un número suficiente de rancho de buena calidad, eso sí sin obligarse a facilitar vino.

Es al día siguiente, el día treinta, cuando parte la expedición en la María Pita. Son nueve personas que forman el equipo médico, Balmis e Isabel Zendán incluídos. El número de niños portadores de la vacuna llega a veintidós, la mayoría procedentes del Hospital de Caridad de A Coruña. El número de tripulantes se eleva a veintiocho marineros. Un total de cincuenta y nueve personas son las que emprenden un viaje que aún tardará seis meses en llegar a La Habana.

M. Abuín Duro

No hay comentarios:

Publicar un comentario