Mariño, caballero de noble familia afincado en las Rías Baixas, cayó al mar y fue rescatado por la sirena que frecuentaba los mares de Fisterra. Era el año mil. La sirena se enamoró del caballero y, después de un largo tiempo, le dejó marchar a tierra. A cambio le puso una condición. La sirena se llevaría con ella cada descendiente suyo que tuviera los ojos azules. Y así fue, desde el año mil, generación tras generación, hasta hoy.
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